martes, 2 de febrero de 2016

Salir de la angustia

Salir de la angustia
Autor: Ps. Paula Lucero

La angustia es un afecto indefinido que invade el cuerpo entero. Suele acompañarse de una serie de síntomas (nerviosismo, diarreas, insomnio. palpitaciones) que aumentan el sentimiento de inestabilidad. La sensación característica de la angustia es la de una opresión en la zona de la garganta.
Otro punto distintivo es tener la certeza de que algo está por pasar, un presentimiento de que se avecina algo feo, desagradable o peligroso.
La angustia puede dispararse por variados motivos, pero en general sucede cuando una situación sobrepasa la capacidad psíquica y emocional del sujeto. En este caso la persona siente que no puede hacer nada para estar mejor y experimenta un sentimiento de indeterminación.
Pero frente a la temida angustia hay cosas que se pueden hacer:
1)    Acotar lo incierto. La primera indicación es recurrir a la objetividad que comúnmente nos caracteriza y aceptar lo que sucede, ya que la incertidumbre no debe eternizarse. En este sentido, es útil buscar las formas para acotar lo incierto o lo azaroso de la situación, tal vez pidiendo ayuda a familiares, amigos o a un profesional si la angustia perdura en el tiempo.
2)     Pasar a la acción. Una sugerencia muy importante es la siguiente: para salir de la angustia, es preciso hacer algo positivo, lo que sea. Salir a caminar, prender el tele, hacer un llamado telefónico, lo que se pueda hacer es válido porque corta el estado de quietud y latencia de la angustia.
3)   Establecer un orden. Aunque suene algo tonto, suele ayudar mucho ponerse a ordenar papeles, ropa, objetos de la casa. Cuando una persona ordena sus cosas, metafóricamente ordena sus pensamientos. La angustia representa un momento afectivo en donde se ha perdido el orden normal de las ideas. Si la angustia es muy intensa, la persona no puede pensar en nada, experimenta un vacío mental o bien le aparece una idea fija que deja en segundo plano a los demás pensamientos.
4)    Historizar. La angustia figura un malestar difuso y da la sensación de que no pasa el tiempo. Para evitar que dicho sentimiento se extienda, es necesario recordar. ¿Desde cuando apareció la angustia?, ¿hubo algún hecho que desencadenó el malestar?. Es importante tener en claro que es lo que puntualmente genera ese mal-estar, es muy útil que la persona elabore respuestas y encuentre posibles causas que organicen ese “estar mal” en el tiempo, de modo que la angustia quede inscripta en una cadena de acontecimientos vividos.
5)    Usar la palabra. Otra de las armas contra la angustia es la palabra, ponerle palabras a lo que está pasando es fundamental para cambiar de posición. Hablar sobre lo que duele, molesta o atemoriza quita la veta trágica a lo que está sucediendo. Se puede hablar con otros pero también funciona hablar con uno mismo, sea en voz alta o por medio de la escritura.
6)    Transformar. Sabemos que los afectos se sienten, pero hay algunos que no son agradables de sentir. Aunque la angustia no sea un afecto placentero, de la experiencia se pueden extraer cosas interesantes. En muchas ocasiones, tras salir de la angustia, la persona puede localizar un antes y un después, notando que algo se ha modificado. La angustia es una señal de advertencia, que indica que la posición actual no es la más adecuada, no necesariamente tiene que anunciar un cataclismo. Suele relacionarse con las esperas y las demoras. En este sentido, la angustia debe transformarse en otra cosa, un acto, una decisión que no solo modifica el status quo sino también facilita una descarga de afectos.
7)    Pensar en lo que se puede. La última sugerencia es poder reconocer los límites de nuestro cuerpo, nuestro pensamiento y nuestro accionar. La angustia tiene una particular relación con la impotencia, por lo cual es preciso recordar que hay cosas que están en nuestras manos y cosas que no. Poder aceptar que existen contingencias que nos exceden disminuye las presiones y abre el camino a una visión del mundo mucho más realista, por lo tanto, más sana.
Al mismo tiempo, cuando una persona logra pensarse como un ser mortal e imperfecto, encuentra nuevas formas de disfrutar de las cosas y los vínculos con otros resultan menos problemáticos.


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